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20 de junio de 2009

Crónica de un Fracaso Anunciado

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CRÓNICA DE UN FRACASO ANUNCIADO
El Chile mágico de la Confech y el gobierno


Para nadie es novedad que actualmente el sistema de educación superior se encuentra en un proceso de reformulación. Por un lado está el gobierno, parchando eternamente un barco que hace aguas desde hace ya 30 años, peleando o coqueteando ambiguamente con la derecha pero que pese a todo van en sintonía escribiendo leyes para ayudar al mercado. Por otro lado algunos estudiantes y dirigentes, que intentan hablar a nombre de las mayorías, hacen lo imposible por movilizar a compañeros que parecen no querer salir a la calle…

¿Pero acaso fuimos invitados al debate del que salieron las propuestas que exhiben a nombre de todos?



¿Puede pertenecerle a los estudiantes una reforma a la Educación Superior que no ha surgido ni ha sido ni siquiera revisada por ellos?


Estas preguntas pueden ser leídas como una queja sin fondo contra las “buenas intenciones” de nuestros dirigentes, pero no se puede obviar así como así la presurosa imposición de ideas mal pensadas, que responden más a ambiciones de posicionamiento en el año electoral que a una reflexión profunda a la altura del tema que tratamos: el sistema de educación superior y su relación con las mayorías o el pueblo. Como están las cosas, al momento en que se pretenda imponer una ley sobre educación superior serán pocos los compañeros y poca la resistencia posible.

Evidentemente, no todo cambio es un (buen) cambio real y así lo demuestran con delirio de elocuencia ambos bandos. Lo primero es que, aunque sin duda entre la ensalada de ideas hay varias valorables y que deben ser impulsadas, se puede notar que varias de las propuestas del gobierno y las organizaciones conocidas y federaciones de “izquierda” parecieran ser redactadas por los mismos asesores técnicos:

  1. El aumento del gasto público a los quintiles más pobres en la misma lógica de subvención que lleva 20 años duplicando y triplicando gastos mal gastados;
  2. La propuesta de que el Estado financie universidades privadas que produzcan “bienes sociales-públicos” (que nadie entiende qué significa) consolidando la privatización de la educación superior;
  3. La propuesta de que la PSU (reconocida por derechas e izquierdas como filtro socioeconómico) no se elimine sino que se perfeccione con otros instrumentos;
  4. Que las familias deban pagar aranceles para que sus hijos estudien en Universidades Públicas (Chile es el único país con esta práctica en el mundo);
  5. La reformulación del AFI de modo que beneficie a universidades privadas; entre otras propuestas, son las que le sugiere al gobierno actual y futuro que no deberá preocuparse por movilizaciones pues “estamos todos de acuerdo”.

Por otro lado, el problema más grave es que las buenas propuestas son insuficientes pues resuelven aspectos parciales y dejan de lado aspectos que NECESITAN ser abordados. Por ejemplo, respecto al acceso se piensa en financiar a estudiantes pobres que lograron entrar a la Universidad, pero la realidad es que de poco sirven las becas y créditos para pobres pues el sistema de acceso les impide ingresar a la U, y si lo logran no obtienen puntajes ni requisitos para acceder a becas. Es más, cuando alguna institución a propuesto mecanismos que tiendan a solucionar el problema, se ha encontrado que la constitución misma lo impide (no se puede favorecer al pobre para entrar a la U porque significa discriminar al indefenso rico). En este sentido, la pregunta real respecto al acceso es más bien cómo lograr que los sectores populares ingresen efectivamentea la Universidad para satisfacer sus necesidades de educación al igual que son satisfechas las de los ricos, entendiendo que la educación es un derecho básico y no una cuestión de billeteras.

Otro ejemplo igualmente grave: se plantea que el Estado puede pasar plata a Ues privadas que produzcan bienes públicos, pero nada se dice de que no lucren con dinero de todos los chilenos. ¿Cómo puede ser que un bien público pueda ganar dinero a costa de nuestros bolsillos? Esto da cuenta de la precaria noción de lo público que existe en Chile, ¿Acaso Wal-mart produce bienes públicos al donar a su nombre los pesos del vuelto de quienes compran en sus supermercados? Quizá entonces el Estado debiera regalar dinero a las empresas en tan nobles cruzadas de solidaridad. Una forma similar de entender “lo público” es plantearlo como lo que tienda a suavizar (o camuflar) la pobreza, la marginalidad, la precariedad o la explotación descarnada que viven millones de chilenos, pero… ¿No debiera mejor entenderse “lo público” como lo orientado a resolver los problemas de la desigualdad de clase (en todo ámbito: cultural, económica, de derechos, educacional, etc.) existentes en nuestro injusto país? Por lo demás, es dudoso pensar en bienes sociales públicos en un sistema que maquilla como público lo que no lo es para usarlo como eslogan (que mejor ejemplo que nuestra Universidad).

Lamentablemente, no se saca nada con hacer un análisis más crítico que otro si se cae en propuestas progre en algunos aspectos manteniendo en pésimas condiciones otros, aunque es valorable que a ratos organizaciones más pequeñas logren mayor profundidad analítica que las supuestas grandes organizaciones de izquierda que juegan peor a tirar candidatos, u otras que ni siquiera tienen propuestas.

Así las cosas, por culpa de la ingenuidad política más asombrosa, los representantes de varias izquierdas viejas y nuevas van facilitando que el sistema de educación superior se acomode y adapte a las nuevas necesidades del modelo económico. Y es que el crecimiento desigual va avanzando y se requieren ajustes, aquí y allá, para que las cosas se mantengan igual que siempre.

Esto es preocupante para todos. Algunas dirigencias han visto perplejas cómo las convocatorias a movilizaciones reúnen menos gente que pichanga de barrio, y han optado por decidir que la solución es hacer un Congreso cuyas resoluciones serán luego refrendadas en un gran plebiscito gran. Pero si nos detenemos a pensar un momento, surge la pregunta de en qué medida un Congreso puede sacar resoluciones que representen al movimiento estudiantil, cuando dicho movimiento ni siquiera está constituido. ¿Irán al congreso acaso quienes no asisten a las marchas? Bajo esta perspectiva parece ser que en dicha instancia tan solo asistirán los representantes de las organizaciones organizadoras y es bastante dudoso, por decir lo menos, que aquellos seres expresen la voluntad de las mayorías, especialmente considerando las torpes propuestas que sustentan.

Algo similar sucede con el famoso referéndum, y es que si no existen en nuestro entorno al menos las nociones básicas sobre como solucionar la decadencia de nuestra educación superior, si no nos hemos constituido en movimiento estudiantil capaz de discutir y disputar propuestas serias mediante movilizaciones, un Congreso o una consulta, por muy interesantes y útiles que puedan ser en determinados contextos, tan solo servirán para legitimar las posturas miopes que actualmente se encuentran sobre la mesa; ya no serán entonces malas ideas de poéticos dirigentes incomprendidos: serán malas ideas de todos, al menos para ellos y la opinión pública.

Es difícil entender esta porfiada tendencia de la izquierda a tomar atajos que terminan en fracasos una y otra vez. Solo queda por mientras la opción más realista y a la vez compleja de generar un debate profundo sobre los problemas que se enfrentan en la educación superior en Chile actualmente y la forma de resolverlos, y mediante dicho diálogo ir afinando y perfeccionando nuestras apuestas, para que a la hora de la verdad seamos cada vez más compañeros los que defendamos posiciones propias, y no sólo un puñado de dirigentes pateando piedras.