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16 de febrero de 2009

Paso a paso se rearticula el campo popular - Abril 2008

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El año 2007 mostró la confirmación de que nuestro país está comenzando un nuevo periodo. Si desde hace un tiempo era visible que la etapa de desmovilización, desarticulación y retroceso de las fuerzas populares estaba empezando a cerrarse, hoy en día es aún más claro.

Diversos acontecimientos de suma importancia se han desarrollado este año. En primer lugar, las movilizaciones de distintos sectores de trabajadores: los forestales en Abril y Mayo, los contratistas de Codelco en Junio y Julio, y más recientemente los salmoneros; por otro lado, la intensificación del conflicto mapuche, que dejó un nuevo muerto a causa de la represión policial; además de la actividad, nos muestra una dinámica de rearticulación del campo popular bastante intensa. De este modo, podemos afirmar que nuestro país comienza a estar más en sintonía con la nueva situación mundial, dentro de la cual América latina se ubica a la vanguardia de la resistencia de masas contra el neoliberalismo. Sin embargo, creemos que esta rearticulación en Chile está recién en una etapa inicial, mucho más atrás que las experiencias que se observan en otros países, como Bolivia o Venezuela.

Este proceso de rearticulación del campo popular se está desarrollando en un contexto de potenciales cambios en el escenario político nacional, dentro del cual, su principal característica es el agotamiento por el que atraviesa la Concertación. Agotamiento que ocurre fundamentalmente por el debilitamiento del discurso Concertacionista, basado en la dicotomía dictadura/democracia (propio de la supuesta transición a la democracia), que le permitía jugar el rol de contenedora de la lucha social. Dicho desgaste se está produciendo debido al absoluto continuismo de la Concertación con respecto a la obra de la dictadura, y por ende por la nula mejora de las condiciones de vida del pueblo trabajador.

Por otro lado, la Concertación se ha alineado absolutamente con los organismos empresariales, que piden la más dura represión para contener la movilización social, con el fin de proseguir con aún más reformas neoliberales. En este contexto se puede entender el giro mucho más represivo que ha tomado el gobierno en su “segundo tiempo”, a diferencia del “gobierno ciudadano” del primero.

Esta recomposición de las luchas de los trabajadores y otros movimientos sociales, nos impone, a nosotros los estudiantes universitarios, la necesidad de replantear nuestra política como movimiento. Así surge la siguiente disyuntiva: seguir llevando a cabo una política ensimismada en nuestros intereses gremiales inmediatos, o comenzar a construir una política que supere dichas demandas, no suprimiéndolas, si no enlazándolas con demandas que puedan objetivamente unir a los diversos sectores en lucha, cuestionando la hegemonía ideológica y el sistema económico en el que ésta se apoya. Una política de este tipo claramente no puede permanecer dentro de los estrechos márgenes universitarios, ni siquiera de los del ámbito educacional. El derecho a la educación se transforma en una demanda colectiva sólo cuando es capaz de ser la lucha de todo un pueblo.